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Dr. Pildorín se hacía pasar por Radhamés Sepúlveda

Dr. Pildorín se hacía pasar por Radhamés Sepúlveda

En los inicios de los años 50 eran muy pocas las familias del campo que tenían radio y mucho menos una televisión. ¿Y con qué corriente? La electricidad vino a finales de esos años la que fue aprovechada por algunas familias que podían darse ese lujo, cansados de oír tonadas de campesinos alegres, cansados o enlutados. Ni la brisa del viento, la lluvia o los cantos de los pájaros podían ser más apreciados que el nuevo cajón de imágenes móviles.

Los pocos radios, antes de llegar la tv, eran enormes e imposibles de mantener el fuete de una batería mensual, que era más o menos el tiempo que duraban cuando su tamaño era de una caja de zapato. Hasta que llegaron los raditos de pilas ray-o-vac o eveready un poco más chiquitos, como una caja de codito Milano.

Por mi campo solo había televisión donde Porfirio Almánzar, antes de que Félix García llegara enamorao de Clariza; también frente a Porfirio, donde Mario Hernández y un poco más allá, donde Mundito, y después, donde Panchito Polanco que eran todas familias con tierra, vacas y vehículos cuando la gente andaba a pie o a lomo de burro. Se les sumó Benjamí y los Gutierrez en Pontezuela. Nosotros íbamos donde Mundito a ver la Semana Aniversaria y ellos ponían el televisor en la terraza, como si fuese un pequeño cine. Y más o menos eso ocurría por todos los campos.

Alrededor de las pulperías se quedaban algunos campesinos y jugadores de placa para oír los juegos de pelota y una que otra novelita radial. Allí llegaban algunos muchachos de los que lograban zafarse del Santo Rosario, salvo los hijos de padres trabajadores que no permitían que fueran a juntarse con los vagos.

Por esa radio conocimos a todos los peloteros de los cuatro equipos desde Gabato Sakie hasta Panchón Herrera.

Para los inicios de los sesenta “Los Tres Villalobos” se difundía a los cuatro vientos, una de las grandes creaciones de Leandro Armando Cuoto, un profesor de Filosofía de La Habana que le fue mejor inventando historias que, al ser narradas por la radio, creaban una adición segura. La historia contaba las aventuras de tres hermanos, Macho, Rodolfo y Miguelón, tres vaqueros que combatían un ejército de barbudos que querían implantar una dictadura en una isla remota llamada Cuba, pero muy cercana al FAR FAR West.

Cuoto siguió escribiendo sin parar para crear a Tamakún “el vengador errante” que luego los mexicanos llevaron al comic. Es el mismo personaje que adoptó, cuando quiso vivir de la magia y la fakirelería criolla, el Tamacún (con c) tamborileño. Cuando le descubrían los trucos le decían, Tamacún si es sebo, un término que solo se oye en Tamboril, como marca país y que viene de un corte a la palabra gallega seboruco, muy usada por Rudecindo maldiciendo a TresPatines y acusándolo de tonto. Seboruco es un campo en la loma al norte de Tamboril que se convirtió en sinónimo de bruto o ingenuo cuando bajaban ai pueblo.

Dr. Pildorín se hacía pasar por Radhamés Sepúlveda

Cuando La Voz del Yuna de Bonao fue convertida en el canal de televisión estatal, su programación era muy limitada y si uno la prendía solo se veía un hormiguero y un ruido como cuando chocamos con una onda proveniente de algún ovni perdido en nuestra galaxia.

En ese génesis televisivo tuvieron una participación inolvidable aquellos romances dirigido al país entero que era campesino, salvo tres gatos que se las daban de pueblitas y no se apiaban un Chesterfield o un Lucky Strike y unos zapatos de charol que eran más fácil de limpiar. Estas vivencias campesinas estaban tan arraigadas como la vivienda misma, como aquella famosa de Hato Viejo que perteneció a Casimiro Guillermo ya por el año 1796 y que doña María Ugarte describió en un escrito titulado Vivienda Campesina del siglo XVlll, en sus Estampas Coloniales.

Luis Mercedes Miche y Toña Colón hicieron de Macario y Felipa y luego agregaron a Ciriaca (María Rosa Almánzar Capellán, Sirita) y a Felipito que es como comenzó Pololo. ¿Y quién se iba a imaginar que el aguerrido y valiente Kazán era él? Kazán “el cazador” era una especie de Jim de la Selva que a su vez era un Tarzán con ropa y que podía hablar con palabras y no con pujos como Johnny Weissmuller y Lex Barker.

Esa adaptación del “cuadro de comedia” de la Voz Dominicana fue un éxito, una adaptación de la original, también de Cuoto.

Los programas fueron aumentando al mismo tiempo que el crecimiento de los horarios y los anuncios. Se empezó a rellenar con lo que hacía 10 años ya se había pasado en todo Estados Unidos con sus Bonanzas desde siempre.

De buenas a primera apareció una figura mas flaca “que las seis en punto” con un pajón a lo Charlie Chaplin a quien quiso imitar con tanta energía que le salió un Pildorín con la boca más grande que un payaso. Pero resulta que Pildorín no era ni cómico ni payaso, su rol era simplemente conducir parte de un programa, “Buscando las Estrellas” y a él le tocaba la parte de la rifa al público asistente ayudado por el inolvidable y soso “Veterano”, un señor alto, moreno, más serio que cualquiera que esté en camino al paredón. El Veterano, Isidro Reyes, era un retirado alférez de fragata de la Era quien organizaba las precesiones de la Virgen en la Ciudad Colonial. Él debía meter la mano y sacar el número ganador de la fundita. Aprovechaba Pildorín el suspenso del posible ganador para crear una serie de gestos y muecas que mataban de la risa a niños y adultos. En el flu de Pildorín cabían tres como él y los pantalones, aunque no tenían remiendos, querían aproximarse a los del cómico inglés. Luego adoptó su propio vestuario con corbatica de mariposa a los Pee-Wee Herman que al igual que Jerry Lewis y Jim Carrey no hacen reír ni a una hiena.

La participación de Pildorín en “Buscando las Estrellas”, buscando nuevos talentos, era animar el programa que era un concurso de canto. Si el concursante, que casi siempre era joven o niño, se adelantaba o atrasaba a la orquesta o si se le salía un gallo, aparecía Pildorín dando saltos y haciéndole señas a un personaje disfrazado de “El Diablito” para que saliera con la campanita que indicaba la descalificación inmediata del concursante. Lo raro es que no hay fotos abundantes aparte de un video que Fortunato rescató de aquellos inicios del cómico. El Pildorín establecido tenía aspecto de una fragilidad muy cercana a Norman Rockwell, aquel ilustrador de portadas de las revistas Look y The Post de Norteamérica. Poco se conoce de sus libros de cuentos en los que se destaca “el viacrucis a New York”, la historia de Chabela Reyes que quería ser Elizabeth Kings. Bienvenido de León se convirtió en Welcome of Lions.

Pildorín se burlaba de la pintura moderna y nada mejor que hacer una exposición de disparates para retratar de cuerpo entero lo que él creía era una burla a la inteligencia humano. Por eso realizó dos exposiciones en el 1975 tituladas “Antipinturas”.

La mejor biografía la realiza Rubén Darío Aponte, el locutor y escritor quien en un esfuerzo extraordinario publicó “Historia de la Locución Dominicana” y que con frecuencia es pirateada sin darle el menor crédito. “Así… qué fácil essss”.

El mismo “cuadro de comedia” se inventó un número, creación de Pildorín, que arriesgaba a todos los actores con ir a parar a la 40. La obra en cuestión era una imitación de Chaplin en “El Dictador” y en la escena se mostraba la esvástica hitleriana que Chaplin “camuflageó” con dos equis. ¿Sabía Pildorín que Trujillo había apoyado a Franco, aliado de Hitler y Musolini en la ll Guerra Mundial? Lo más probable es que no y que el mismo Petán, director del canal, ni se diera cuenta.

Eso sí, a Pildorín se le vía en las calles con lentes oscuros y cuando alguien lo saludaba por su nombre artístico, él lo paraba en seco y le decía “disculpe amigo, no sé de qué6 Pildorín me habla. Yo soy Radamés Sepúlveda Mota”.