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Padre de Malala: 'Duele ver la pasividad ante los refugiados'

Padre de Malala: 'Duele ver la pasividad ante los refugiados'

'Si algo nos duele profundamente es la pasividad de los líderes ante la mayor crisis de refugiados en las últimas décadas''

El perdón de Malala

"Nosotros somos refugiados", recalca Ziauddin Yousafzai, el padre de Malala. "Y si algo nos duele profundamente es la pasividad de los líderes ante la mayor crisis de refugiados en las últimas décadas, la causada por la guerra de Siria... Los conflictos armados dejan sin escuela a más de 28 millones de niños en el mundo. Eso es algo que no podemos tolerar".

Ziauddin rompe una lanza por los refugiados con motivo del estreno de 'Él me llamó Malala', el documental que reconstruye la historia de padre e hija, incluida su incursión en la frontera de Siria con Jordania, donde fueron testigos del éxodo que no cesa.

"Lo que vimos fue aterrador e inhumano", recuerda Ziauddin, en declaraciones a EL MUNDO. "Familias enteras, madres con sus hijos en sus manos, niños con las suelas desgastadas de caminar por el desierto... En algunos lugares los hacen incluso volver, porque no hay más sitio para ellos. Pero lo que vimos nosotros fue a mucha gente ayundando. Eso me devolvió la fe: la Humanidad está todavía viva".

"El mundo tiene que despertar a esta crisis que está ocurriendo a las puertas de Europa", asegura Ziauddin. "Hay que encontrar una forma de parar el sufrimiento humano y hay que hacer un esfuerzo real por poner fin al conflicto".

Malala y su padre han puesto su grano de arena con la apertura de una escuela para 200 niñas refugiadas de Siria en Líbano, creada a través de la Fundación que lleva el nombre de la hija.

"Sin educación no hay futuro, y si no atajamos pronto este problema podemos perder una generación entera", advierte el ex profesor Ziauddin, que asesora al ex primer ministro británico Gordon Brown como embajador global de Educación. "Malala se crió como quien dice en mi escuela... La educación es el instrumento liberador y de emancipación, especialmente para las mujeres".

Pero la educación puede ser también "adoctrinamiento", reconoce el padre de Malala, defensor a ultranza de las escuelas "seculares". "Yo también fui adoctrinado de niño. En el valle del Swat de Pakistán siempre hubo una gran influencia yihadista. Tuve un maestro en una mezquita que nos inculcaba ese espíritu. Yo mismo llegué a rezar y a pedir: 'Dios, hazme mártir'".

"De ahí me pasé al otro lado y me hice lo que aquí diríamos militante de izquierdas", añade Ziauddin. "Mi activismo fue a más con la llegada de los talibán y cuando empezaron a destruir las escuelas. Pasaba todas las tardes en actos y en reuniones más o menos secretas, tenía poco tiempo para ver a la familia".

Ziauddin sale al paso de quienes le critican por tener una influencia excesiva en su hija, por haberla expuesto al peligro o por manipular incluso su destino, desde el momento en que decidió ponerle el nombre de la legendaria heroína Pastún.

"Le llamé Malala porque es el único nombre reconocible de mujer para nuestra culTura. Allí las mujeres no tienen casi identidad y se las conoce como 'la esposa de' o 'la hija de'. En nuestra sociedad patriarcal, una hija es casi como un propiedad".

"Yo quería que Malala tuviera una identidad y una voz propias, y que tuviera el coraje de hablar por sí misma", se defiende su padre, "Aunque le habría puesto otro nombre si hubiera sabido que así la protegía de los disparos".

Ahora que Malala ha dejado caer que su sueño sería llegar a ser primera ministra lo aceptaría, "por el trauma que todos hemos tenido que pasar. Nuestro único deseo es que tenga una larga vida y una existencia normal, que se case y tenga hijos. Ahora bien, si quiere iniciar una carrera política será decisión suya. Yo le digo que mire y reflexione: muchos políticos llegan a primeros ministros y no tienen realmente un poder para cambiar las cosas. Hay maneras más efectivas de intentar cambiar la sociedad, y creo que su labor en estos dos últimos años, a través de la Fundación, está siendo muy efectiva".

¿Oxford o Stanford? A sus 18 años, Malala tendrá que deshojar próximamente la incertidumbre de sus estudios universitarios. Le preguntamos a Ziauddin si sobre los dos pesa la "ansiedad de la separación"...

"En Stanford preguntamos si podríamos vivir juntos, toda la familia. Nos dijeron que no, que nosotros nos quedaríamos fuera del campus... No sé qué hará en el futuro. Al fin y al cabo, la he educado para que sea independiente y libre".